Parece que no corren buenos tiempos por la Casa Blanca. Desde mi posición, como barcelonista, lo más fácil sería echarme a reir y no parar. Y es que la ocasión bien lo merece, porque el Real Madrid, a día de hoy, se asemeja más a una cómica función de payasos del Circo del Sol que al club de fútbol que presume de ser el mejor del siglo XX.
Sin embargo, como la situación ya empieza a ser crónica, y por habitual, empieza a perder gracia, trataré de dar diagnóstico (que no tratamiento) a los síntomas de ese mal conocido como madridismo.
El madridismo se resume principlamenete como un sentimiento exacerbado de superioridad sin que ésta exista. Una prepotencia sin potencia. Es algo así (por supuesto a menor escala) como cuando la afición del Atléti se enfada cada año porque no consiguen los títulos que esperan conseguir, aun cuando todo el mundo sabe que tienen un equipo para luchar por estar entre el 4º y el 6º si todo sale bien. Y es que al igual que el Atleti se cree que sigue siendo grande, el Madrid piensa que aún juegan Puskas, Gento y El Caudillo.
Los últimos años el Madrid se ha caracterizado por hacer un pésimo juego y sin embargo ser bastante competente en cuanto a resultados. Algo que ya creó una fuerte controversia entre los resultadistas y los defensores del buen juego.
Desde tiempos inmemoriales, "la grandeza de éste club" se ha basado en victorias y títulos en blanco y negro. Sin embargo, esa prepotencia y sentimiento de superioridad sin que exista tal ha hecho que no sólo quieran ganar, sino que también quieran jugar al fútbol como lo hace el F.C Barcelona. O tal vez, simplemnete, jugar al fútbol (en el fondo no es tanto pedir). Esa dualidad imposible entre resultados y juego le han creado muchos problemas. Pero es que aún hay más. La dualidad se conviertió en trinidad, y el glamour fué también requisito imprescindible.
Echemos un vistazo a las estadísticas. En 2003 se despidió a Del Bosque (le faltaba mucho glamour al salmantino) y desde entonces 9 entrenadores (!y 6 presidentes!) y todos con dos cosas en común. Una es que a todos ellos les faltaba al menos una de las tres cosas que pedía la todopoderosa entidad blanca. La otra cosa que tenían en común los 9 técnicos; un desierto de títulos.
El nuevo proyecto deportivo de Florentino Pérez prometía (despropósitos a parte). Buenos fichajes (por fin), un buen entrenador al que además le gusta jugar bien al fútbol (por fin) y toda la ilusión de sus aficionados. Sin embargo, dos malos partidos del Madrid hacen saltar todas las alarmas. Se piden cabezas. De jugadores, de directivos y como siempre, del entrenador.
La cuenta atrás ya está en marcha, y de momento parece que la historia se volverá a repetir. La falta de personalidad entre los dirigentes blancos está otra vez a prueba. Yo mientras seguiré disfrutando del espectáculo que nos dan estos fantásticos domadores, mujeres barbudas, malabaristas y trapecistas.